Leí un artículo en la
prensa acerca de cómo estamos educando a nuestros hijos. Utilizaba
el autor dos ejemplos o figuras que venían a mostrar el nefasto
camino por el que nos adentramos o más bien les adentramos a ellos:
las piñatas de cumpleaños, con todos esos niños empujándose,
disputando, tironeando, peleando por alcanzar el botín, por agarrar
más golosinas que los demás.
Y también recurría para
mostrar hacia donde vamos al ejemplo del desaforado consumo que tiene
lugar en fechas navideñas. Así que nuestros niños y niñas están
asumiendo firme y continuadamente ese objetivo de “agarrar” y
“llevarse cosas” cuya imagen es la lucha sin cuartel bajo la
piñata, es decir, traducido a conceptos o valores obtener provecho
pasando por encima de los otros, competencia feroz y sálvese quien
pueda. Y además en relación al ejemplo del consumo navideño la
absurda inclinación a consumir, sea o no sea necesario, consumir
como única posibilidad de ser feliz y ser alguien.
Me consuela saber que mi
hijo obtiene tiene poco éxito en las piñatas, la verdad es que es
muy poco competitivo, aunque quizás tiene demasiadas cosas, más de
las que realmente necesita, y de eso somos culpables su madre y yo.
Espero que podamos poco a poco enseñarle que la verdadera felicidad
no está en tener muchas cosas sino en sacar mucho partido a las que
uno tenga: intensidad mejor que cantidad. Más o menos.