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jueves, 27 de septiembre de 2012

LA PIÑATA



Leí un artículo en la prensa acerca de cómo estamos educando a nuestros hijos. Utilizaba el autor dos ejemplos o figuras que venían a mostrar el nefasto camino por el que nos adentramos o más bien les adentramos a ellos: las piñatas de cumpleaños, con todos esos niños empujándose, disputando, tironeando, peleando por alcanzar el botín, por agarrar más golosinas que los demás.
Y también recurría para mostrar hacia donde vamos al ejemplo del desaforado consumo que tiene lugar en fechas navideñas. Así que nuestros niños y niñas están asumiendo firme y continuadamente ese objetivo de “agarrar” y “llevarse cosas” cuya imagen es la lucha sin cuartel bajo la piñata, es decir, traducido a conceptos o valores obtener provecho pasando por encima de los otros, competencia feroz y sálvese quien pueda. Y además en relación al ejemplo del consumo navideño la absurda inclinación a consumir, sea o no sea necesario, consumir como única posibilidad de ser feliz y ser alguien.
Me consuela saber que mi hijo obtiene tiene poco éxito en las piñatas, la verdad es que es muy poco competitivo, aunque quizás tiene demasiadas cosas, más de las que realmente necesita, y de eso somos culpables su madre y yo. Espero que podamos poco a poco enseñarle que la verdadera felicidad no está en tener muchas cosas sino en sacar mucho partido a las que uno tenga: intensidad mejor que cantidad. Más o menos.

lunes, 17 de septiembre de 2012



Mi hijo propone que hagamos un avión de cartón, un avión que realmente vuele y pueda llevarnos a los dos a la Luna. Su madre no vendría con nosotros porque volar le produce un insuperable miedo (no creo que más que el que me produce a mi). En principio quería construir el avión con papel, y ponía énfasis en hacer antes que nada las ruedas, unas ruedas muy grandes que en su cabeza eran la pieza clave del avión, lo que en realidad nos permitiría despegar y mantenernos en el aire. Yo le dije, así medio distraído, que mejor sería utilizar cartón que era más consistente y sólido que el papel. Aceptó después de considerarlo un rato y plantear algunas dudas que yo enfrenté con mis mejores argumentos. Más tarde pensó en un mechero para que hiciera las veces de motor del avión.Viendo que yo no estaba muy convencido de la bondad de este tipo de motor, imaginó que el cargador de un teléfono móvil conectado a un enchufe podría servir. No quise argumentarle que íbamos a necesitar un cable excesivamente largo, así que en eso hemos quedado.
Viendo que los dos últimos días anda buscando cartones por todas partes y no para de solicitar mi ayuda para construir el avión, me he visto obligado a decirle que de ninguna forma conseguiremos construir un avión que realmente vuele con nosotros encima, que hacer un avión de verdad es algo muy complicado y para ello se necesita una fábrica, muchos obreros, ingenieros, técnicos, especialistas, etc.
No he podido hacerle olvidar su proyecto. Está convencido de poder fabricar un avión de cartón que vuele hasta la Luna. De la Luna nos traeremos piedras y cualquier otro tesoro que podamos encontrar allí. En el camino de vuelta cogeremos tres estrellas, una para él, otra para su madre y otra para mi. ¿Y qué haremos con las estrellas?, le pregunto. ¿Pero no lo adivinas?, me dice incrédulo. Esas estrellas nos concederán todos nuestros deseos. Seremos felices para siempre.